El silencio del mar (2004) -¿Son necesarias las palabras para decir "Te amo"?

 

Poster de la pelicula "El silencio del mar" 2004



    El mar dotado de calma es aún más magnifico que los choques imponentes de las olas, su silencio más arrollador que centenares de tormentas que acechen su homogeneidad, pero son solo aquellos que saben escuchar su silencio que capaces son de disfrutar toda su belleza… y poseedor era nuestro protagonista, de sensibilidad artística, comprendía además el lenguaje de la música como la forma más pura de comunicación, sin palabras que pudieran estropear la dulce melodía que le obsequiaba a Jeanne con su piano.


En tiempos turbulentos, el corazón busca refugio: 




La escena muestra el dolor contenido en la mirada de Jeanne
El militar de espaldas a ella, simboliza un deseo que no se puede concretar  

    Era el año 1941 y la segunda guerra mundial acabaría cuatro años después con la derrota de Alemania, pero claro ese era un dato que escapaba del conocimiento general en aquella época, los alemanes por su parte estaban bastante seguros de que triunfarían y se regocijaban de su invasión a Francia como quien mira al perdedor y no se tienta en burlársele en la cara.

 

    En una aparente tranquilidad, un sitio que a primera vista evocaba sentimientos de paz, se ve manchado tal paisaje por la presencia del ejército alemán, ocupando cada esquina, el ambiente se tensaba con la aparición de los tanques de guerra y los militares marchando en sincronía. Jeanne (Julie Delarme)había sido víctima de los horrores de la guerra, ambos padres asesinados a manos del enemigo, el desprecio hacia los invasores de su país por tanto no hacía más que crecer. 


Un huésped sin invitación y un pacto de silencio:


 


El silencio se adentra con espesura
La frialdad de la escena contrasta con el fuego de la chimenea



    Las calles infectadas por el ejército causaban angustia entre los pobladores franceses, los hogares eran entonces el único lugar para mantenerse alejados de la peste, sin embargo, el poderío alemán con paso firme se adentraba incluso en las vidas privadas. Así quedó constado cuando el Capitán Werner Von (Thomas Jouannet) es enviado a vivir en una antigua casa cercana al mar, donde habitan un “honorable abuelo y una nieta silenciosa” como él los describe. Pese al trato amable y respetuoso que él otorga a sus hospedadores, recibe como respuesta un silencio penetrante, un pacto entre la nieta y el abuelo. Nunca se presencia una conversación entre ambos sobre aplicar, ante la presencia del militar, la voz muda, un lenguaje solo posible mediante las miradas.

 

    Caía la noche cuando el capitán entraba por primera vez a la mansión, sin dar un golpe a la puerta, con la postura recta se dirigía hacia la calidez proveniente de la chimenea de la sala de estar, sin embargo, una vez allí le fue fácil percibir el frío que emanaban las posturas de sus hospedadores, los cuales no tenían reparo por mostrar su disgusto ante su presencia.

 

    Jeanne lanza las flores al fuego, que había comprado para su madre, cargada de furia por ver como el alemán se instala en la antigua habitación de sus padres. El director Jean-Pierre Melville, juega con sutiles alegorías a la cruda realidad que sucedía en aquellos años en Francia con el sentimiento de Jeanne de ser invadida, su madre quién en vida fue víctima de la guerra, machada era su alma por el abuso de su propia morada, ¡Cuán ironía! Su enemigo durmiendo en su propia cama.


Las puertas del corazón se mantienen abiertas: 




El capitán con su siempre pulcro uniforme
Recuerda al ejercito 



Se muestra en prendas más casuales en 
un intento vano por agradarles. 


    Tras el primer encuentro entre el Capitán Werner Von y la nieta silenciosa, ésta deja claro su deseo de mantener las puertas delanteras abiertas frente a la sugerencia del militar de ingresar a la morada por la puerta trasera y no causar más tensión al ya, ambiente frio y desolador ¿Ha permitido al sujeto, representación de su desprecio hacerse paso en su espacio? Tener que verle cada noche y escuchar sus cursis monólogos ¿No sería un martirio para ella?

 

    Como buen militar, mantenía su rutina ingresando a la casa cada noche y desde la puerta, en algunas ocasiones acercándose un poco más al fuego de la chimenea, recitaba su despedida con “Pasen una buena noche” luego se dirigía a su habitación, era un constante de presenciar su uniforme militar siempre en tan pulcro estado y pese a su intento vago de ser aceptado, en el cual una vez decidió mostrarse con ropa casual que hiciera olvidar la recta imagen que porta, no causó gran efecto entre el abuelo y la nieta.


Un pueblo hastiado de la imposición militar:


 

Escena de abuso por parte de su primo hacia Jeanne

    Esperando impacientemente se encontraban los franceses en una fila para recibir las raciones de comida, mientras que un señor expresaba su molestia por una mujer que se adelantaba unos cuantos espacios; el mundano disgusto escaló rápidamente en una queja directa hacía los alemanes, que la mujer no tardó en defender su “comportamiento más educado” en oposición a muchos franceses que a su pensar, carecían de modales, Jeanne a escasa lejanía escuchaba atenta, sus pensamientos plasmándose en aquella conversación. Un educado alemán contra un desalmado francés, este hecho después se visualiza con el intento de violación del primo de Jeanne hacia ella y como el capitán defiende su honor y a su vez termina por disipar los pensamientos negativos que ella pudiera tenerle.

 

Una canción de amor y la despedida más agria:



Escena final. "Adiós" 


    Jeanne ante la misiva que sus ojos con rapidez le enviaron a su corazón, y diríamos que, en un agitado pálpito, se dirigió con prontitud hacia la habitación del capitán, donde sus ánimos le decían que rompiera su pacto de silencio, sin embargo, su postura se mantuvo firme esa noche.

 

    Con la bomba colocada en el carro de los militares, solo faltaba para que el capitán ingresara al vehículo para que esta detonará, Jeanne lo sabía muy bien, y con el preludio de Bach cuyas notas tocaba a toda velocidad en su piano, fue capaz de atraer su atención sin decir ni una sola palabra.

 

    Tras ser salvado y pese a esta demostración de amor, el capitán ha decidido servir en el frente ruso, decepcionado del actuar colectivo de sus compatriotas, así como pone en duda su verdadero papel en Francia. La historia entre ambos concluye con un único “Adiós” que es irónicamente la primera palabra que pronuncia Jeanne hacía el capitán.


 




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